Sandra Arriaza, la artesana que transforma las hojas de choclo en objetos únicos hechos a mano
El cultivo del maíz se viene realizando desde tiempos coloniales por lo que la hoja de choclo es abundante en los campos, dándole con el tiempo diversos usos, como yesca para encender fuego, para amarrar las parras, para envolver tabaco, para preparar humitas, y, también como materia prima para la confección de artesanías.
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El trabajo en hoja de choclo tiene una serie de etapas. En base al ensayo y error se constituye este oficio, que ha sido transmitido oralmente por generaciones.
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Hace 21 años que la artesana Sandra Arriaza, aprendió la técnica del trenzado tradicional de la hoja de choclo, artesanía propia de Pichidegua pueblo campesino en el corazón de la Región de O’Higgins. “Hace 30 años atrás, acá en Pichidegua, se trenzaban con una trenza bien particular, con 4 hebras y cocido a mano, las primeras artesanas de la zona no le agregaban color. En ese tiempo se usaban cintas”, explica Sandra.
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Sin embargo, la hoja no es de un solo color, más bien tiene distintas tonalidades. “La hoja en si tiene tonos naturales y matices lilas o café”. Así fue como se inspiró en la colorida artesanía de México para aplicar nuevas tonalidades a sus obras. “Fui a la farmacia y compré una cajita dorada de Montblanc de color burdeo y comencé a experimentar con el teñido en las hojas de choclo. Luego sumé el naranjo y amarillo”.
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Así sus coloridos trabajos fueron tomando formas, desde chupallas, ángeles, flores e individuales. “Con los años la práctica fue mejorando. El resultado depende también depende de la sequía y el agua, por cómo se da la hoja de choclo al final de la temporada”.
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El trabajo de los artesanos como Sandra, comienza con la recolección de las hojas desde enero a marzo, las que se obtienen directamente de la mata cuando estas ya se han secado en tierra. El choclo de guarda es la variedad que da mejores resultados por el tamaño de las hojas, su resistencia y durabilidad en el tiempo. “El maíz de guarda que yo utilizo, es el que se seca en la planta. Este es mejor de calidad que el de las ferias por ejemplo que, con el tiempo se empieza a craquelar. Mientras que el de guarda dura mucho más y no se apolilla”, dice Sandra.
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Esta artesanía es una expresión cultural propia de la zona central, y con el tiempo, Sandra ha tenido la posibilidad de traspasarlo a nuevas generaciones. “Mis hijos se han criado viéndome trabajar con la artesanía. Sobre todo, ahora en pandemia, se forma un trabajo colaborativo y trato de ir familiarizándolos con el oficio”.
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“Yo amo lo que hago y me siento muy agradecida de este talento escondido que yo tengo, porque trabajar una pieza con material noble y verlo terminado, da una gran alegría al dejar una huella de mi trabajo en este mundo. Y así, cuando yo ya no exista van a quedar mis trabajos, mis niños se ríen cuando digo esto”.
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Actualmente la cestería ha logrado una importante valoración local. Artesanos como Sandra intentan mantener este oficio vivo a través del cariño en cada trabajo que se hace y la puesta en valor de este oficio que requiere tiempo y dedicación. “En trenzar una chupalla hay casi un mes de trabajo, desde que se escoge la hoja, luego trenzar, despunte y recién pasamos a la forma de la chupalla. Hay que trenzar más de 20 metros para un sombrero de mujer. Aun así, hay gente que lo valora porque es un material liviano, es una fibra natural única”.
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A modo de reflexión, Sandra reconoce que “las personas que hacemos oficios tenemos una conexión con la vida distinta”. Solo con la recolección del material, el artesano recorre el campo, pasa por ríos y se maravilla con las bondades de la naturaleza. “Quiero dejarles hartos recuerdos a mis hijos, atesorando momentos bonitos …más vida de campo y menos televisión. La artesanía te permite pensar mucho en la vida”, concluye Sandra.
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Te invitamos a conocer el trabajo de Sandra Arriaza en su cuenta en Instagram
@sandraartesana Trabajo a pedido: teléfono 987707807 - 997185073
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¡Hasta la Próxima!